Socialismo o Barbarie, periódico, Nº 72, 10/02/06
 

 

 

 

 

 

Conmoción en Medio Oriente

Hamas gana las elecciones palestinas

Por Claudio Testa

El “ruido” mediático alrededor de las protestas por las caricaturas de Mahoma desplazó del centro de ese engañoso escenario a un acontecimiento trascendental. Las elecciones parlamentarias palestinas registraron un aplastante triunfo del Movimiento de Resistencia Islámico (cuya sigla, “Hamas”, significa en árabe “celo”, “fervor”). Simultáneamente, se producía la debacle de Al Fatah, el histórico movimiento nacional palestino que, encabezado por Yasser Arafat (1929-2004), había hegemonizado la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) primero, y luego la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Esto fue un tremendo shock, tanto para Israel como para su padrino, Estados Unidos. Los gobiernos europeos no quedaron menos atónitos.

Lo primero a destacar es que las elecciones palestinas desnudaron la farsa de la “democracia”, predicada por EEUU y Europa como el remedio mágico para los problemas de la región. Se produjo una especie de “reducción al absurdo”.

Aunque realizadas bajo la ocupación de las tropas israelíes que persiguieron a los candidatos de Hamas e impidieron que un sector de palestinos votaran (por ejemplo, los que viven en Jerusalén), todos concuerdan en que en estos comicios expresan la voluntad popular. Pero cuando apareció que la mayoría había votado por los “terroristas” de Hamas contra los candidatos de Fatah, apadrinados y financiados por EEUU e Israel, entonces, la reacción inmediata de Bush,  Israel y los gobiernos europeos fue la de desconocer en mayor o menor medida los resultados... y comenzar a plantear ultimátums y condiciones a los vencedores.

Por ejemplo, se exige a Hamas que renuncie a la lucha armada y reconozca incondicionalmente a Israel. O sea, antes de comenzar a negociar algo, le exigen la rendición incondicional.

Evidentemente, para EEUU, Israel y la Unión Europea,  la “democracia” no es el gobierno de la mayoría, sino el gobierno de los “democráticos”, o sea, de los sirvientes indígenas de EEUU y los sionistas. Cuando la gente vota “mal” –es decir contra los lacayos de Bush–, entonces ¡se terminó la “democracia”!

Esto abre una seria crisis en el plan de Israel y sus patrocinadores imperialistas. Esperaban que las elecciones sirvieran para legitimar un “gobierno” títere palestino que se hiciera cargo de administrar y “poner orden” en los guiñapos de territorio que los sionistas han destinado para encerrar a los palestinos en “bantustanes”.[1] La corrupta burocracia de Fatah estaba encantada de prestar ese servicio. Ahora la victoria de Hamas pone todo en cuestión

La vaca que salió toro

Hamas ilustra la complejidad, contradicciones y límites del fenómeno de ascenso de las corrientes llamadas “islamistas”... y no sólo en Palestina. En efecto, no es su menor paradoja, por ejemplo, que el movimiento del cual surge Hamas fue inicialmente auspiciado y financiado por Israel para combatir la lucha nacional palestina. El cronista israelí Ami Isseroff cuenta así la historia:

“Hamas es un vástago de la Hermandad Musulmana, que se establece en 1946 en Gaza. La Hermandad palestina era una fuerza mansa, cuyo objetivo principal era una reorientación de la sociedad hacia la religión. La Hermandad hizo muy poco en la lucha contra Israel o, más adelante, en la oposición a la ocupación [...]

“Después de 1967 [cuando Israel ocupa Cisjordania y Gaza] la principal entidad de la Hermandad era la organización de caridad y bienestar social Mujamad, establecida en 1973, y que tenía clínicas, jardines de infantes y escuelas. Mujamad fue alentada por la administración israelí de Gaza para registrase como entidad de caridad. Indirectamente fue fundada por Israel como medio para dividir a la sociedad palestina (A History of the Hamas Movement, Ami Isseroff, MidEastWeb, febrero 2006, subrayados nuestros).

Efectivamente, Israel apoyaba a los mansos y sumisos islamistas para oponerlos a la lucha del movimiento nacional palestino, organizado en la OLP dirigida por Fatah. Éstos eran nacionalistas laicos, “secularistas”, con barniz “socialista”, como todo el nacionalismo “tercermundista” que imperaba no sólo en Medio Oriente y Palestina. Allí las corrientes islamistas, como la Hermandad musulmana, eran alentadas y financiadas por el estado sionista, y también y al mismo tiempo por Arabia Saudita, cuya monarquía archirreaccionaria era el principal agente de EEUU en la región después de Israel. Esto llegó hasta el punto de que el ocupante israelí dio “luz verde” a los islamistas para que se armaran y realizaran ataques contra organismos seculares donde tenía influencia la OLP. Asimismo les permitió apoderarse de la Universidad de Gaza (ver Isseroff, cit.)

Sin embargo, en un extraño giro que se produjo no sólo en Palestina sino, con distintos ritmos y desarrollos, en todo Medio Oriente, los papeles gradualmente se fueron invirtiendo.

Los movimientos nacionalistas burgueses “seculares” y que se decían “socialistas” –que llegaron al poder en muchos de esos países como Egipto, Siria, Iraq, Argelia, etc.–, fueron degenerando en regímenes reaccionarios y brutalmente represivos contra los trabajadores y sectores populares. La fenomenal corrupción de esos regímenes dio nacimiento a nuevos sectores burgueses y privilegiados, que se sometieron en mayor o menor medida a los dictados del imperialismo.

Al mismo tiempo, en la esfera heterogénea del “islamismo”, irrumpe a fines de los 70 una corriente que choca duramente con EEUU. El ayatola Jomeini toma el poder en Irán en 1979, frena a sangre y fuego el proceso revolucionario obrero y popular que había derribado al títere de EEUU, el Sha (emperador) Reza Pahlevi, pero al mismo tiempo levanta en todo el Islam la bandera de la lucha contra el “Gran Satán” de Washington. En esas mismas fechas, la estúpida invasión de la burocracia soviética a Afganistán va a complicar aún más la situación de las corrientes ideológicas “seculares” en los países árabes e islámicos; en primer lugar, por supuesto, las que se decían “de izquierda” y que generalmente se identificaban con la URSS.

En Palestina, estos desarrollos van a tener características propias, ya que la ocupación sionista impide al nacionalismo laico de Fatah y la OLP llegar al poder como en otros países. Esto demora allí durante 20 años la bancarrota del nacionalismo “secular”, que ahora estamos presenciando. Pero, al mismo, tiempo, esa situación de país ocupado crea las condiciones para que se produzca un giro de 180 grados del islamismo palestino. La fuerza motriz de ese giro es una colosal rebelión de masas: la primera Intifada (en árabe, “sublevación”) que estalla espontánea e inesperadamente el 8 de diciembre de 1987 en Gaza y se extiende por toda Palestina. Simultáneamente, desde el islamismo, se funda el Harakat al Muqawama al Islamiyya (Movimiento de Resistencia Islámico – Hamas), encabezado por el sheikh  Ahmad Yassin [2], que había sido el principal dirigente de la pacífica red asistencialista Mujamad… auspiciada inicialmente por Israel…

Ya a mediados de los 80 se venían desarrollado tensiones y peleas entre Yassin y sus padrinos israelíes. Pero el giro total lo marca la Intifada de 1987.

El repudio a la traición de Oslo

Hamas no sólo cumple un papel destacado en la primera y en la segunda Intifada (iniciada en el 2000). El punto político clave es que Hamas repudia los infames “acuerdos de Oslo” de 1993.

Ese año, Yasser Arafat, Fatah y la OLP, con el auspicio de EEUU, firman en Oslo, capital de Noruega, un conjunto de acuerdos con el Estado de Israel que implican una monumental traición de la lucha palestina. En Oslo se inicia la farsa del “proceso de paz”, que facilitó a los colonos sionistas apoderarse paso a paso de casi todo el territorio palestino, desplazar a sus habitantes y encerrarlos finalmente en los bantustanes de Gaza y Cisjordania.

Sin embargo, al principio, las masas palestinas pudieron ser embaucadas por Arafat y la burocracia de Fatah. Se les hizo creer que el supuesto “proceso de paz” iniciado en Oslo desembocaría en la retirada de Israel de los territorios ocupados en 1967 (Gaza, Cisjordania y Jerusalén oriental) y que allí se podría establecer un “Estado Palestino” independiente. No era todo, pero era algo. Había que ser “realistas”...

Pero Fatah y la OLP no sólo desistían de hacer reclamos sobre los territorios apropiados por los sionistas en la guerra de 1948 para constituir el Estado de Israel. Lo peor era que igualmente renunciaban al “derecho de retorno”. Las “limpiezas étnicas” realizadas por los sionistas habían expulsado de Palestina a gran parte de su población originaria, que vivía miserablemente en los campos de refugiados del Líbano y otros países. En Oslo, Arafat y Fatah les dieron la espalda.

Yendo contra la corriente, Hamas repudió la traición de Oslo. Ahora está cosechando los resultados. Por supuesto, el voto mayoritario a Hamas es una combinación de factores: entre ellos, la influencia de la inmensa red asistencialista que sostiene entre una población con alrededor del 70% desempleada y en la miseria, la ostentación de “austeridad” y “honestidad” de sus cuadros –que contrasta con la escandalosa corrupción de la burocracia de Fatah, que se ha hecho millonaria saqueando los fondos de la “ayuda internacional”– [3], el papel de vanguardia de Hamas en la lucha armada contra Israel, la aureola de “martirio” y “santidad” de sus dirigentes asesinados por los israelíes, en primer lugar del sheikh Yassin, etc. Pero el sentido político central del voto palestino es el repudio a Oslo y sus consecuencias. Esto lo que pone en crisis a los imperialismos de EEUU y la Unión Europea y a sus protegidos de Israel.

¿Un remedio peor que la enfermedad?

Sin embargo, sería apresurado pensar que este resonante “cambio de guardia” va a llevar automáticamente a un curso progresivo de la lucha palestina.

En primer lugar, los antecedentes del islamismo en general y del islamismo palestino en especial (que nació apadrinado por Israel) no son garantía alguna de un enfrentamiento consecuente con los sionistas y el imperialismo.

Tanto el imperialismo como Israel han expresado un violento rechazo a Hamas... sin embargo, al mismo tiempo que se agita el garrote, también más calladamente se les está ofreciendo la zanahoria... Han empezado negociaciones y, por su parte, algunos dirigentes de Hamas ya están hablando de establecer una “tregua” con Israel.

Pero con Hamas y los islamistas hay problemas aún más amplios. Combinan el duro enfrentamiento que han mantenido con Israel con un proyecto de sociedad archirreaccionario. Y no se trata sólo de las normas inaceptables de opresión a la mujer, que suelen imponer los islamistas. El “programa” económico-social de Hamas combina el asistencialismo miserable con postular un neoliberalismo estilo FMI. Eso es lo que opone Hamas al “estatismo” corrupto de Fatah.

Sin embargo, todo eso no puede disminuir la trascendencia objetiva del voto palestino. Este pueblo heroico votó por no rendirse ni someterse al imperialismo y su agente, Israel.


Notas:

1. El Estado racista de Israel practica un régimen como el del apartheid de Sudáfrica, cuando los blancos tenían la exclusividad del poder y habían privado a la población originaria de sus derechos políticos y civiles. Un elemento importante del régimen racista eran los “bantustanes”, pequeños territorios donde se confinaba a los africanos. Allí se establecía una ficción de “gobierno propio”, mediante la colaboración de africanos traidores. El “plan de desconexión” establecido por Sharon es similar. Los palestinos estarán confinados en pequeños territorios sin conexiones entre sí (Gaza y fragmentos de Cisjordania). Para que no puedan salir, Israel está construyendo el llamado Muro del Apartheid, un muralla de cemento de 8 metros de altura que rodea cada zona palestina y que sólo se puede atravesar con permiso de Israel. Asimismo, Israel se ha apoderado totalmente del control del agua, decisivo en la región.

2. Ahmad Yassin (1936-2004) fue asesinado por Israel el 22 de marzo de ese año.

3. Los llamados “territorios ocupados” son el mayor receptor de fondos de “ayuda internacional” del mundo. Esta supuesta “generosidad” de los países imperialistas es funcional para el mantenimiento de la ocupación sionista. Por otra parte, se calcula que el 45 % de la “ayuda” termina finalmente en los bolsillos de Israel, gracias al absoluto control y restricciones del Estado sionista sobre la entrada y salida de mercancías de Gaza y demás guetos palestinos.