Este 7 de Enero de 2015, el diario Charlie Hebdo fue víctima de una verdadera masacre que se cobró 12 muertes y una veintena de heridos. Dos hombres con pasamontañas armados de Kalashnikovs se hicieron presentes en una reunión de la redacción y abrieron fuego asesinado a los principales responsables de la publicación. Al salir, habrían gritado “vengamos al profeta Mahoma”, en alusión a la publicación de caricaturas del mismo de parte de Charlie Hebdo, lo cual le había valido amenazas recurrentes.

Este ataque aberrante es una expresión de las peores ideas reaccionarias y lo condenamos firmemente. El asesinato de periodistas como método para silenciar a las críticas no es compartido por la mayoría de los musulmanes y solo servirá como excusa para profundizar represión de este grupo. El atentado constituye un grave ataque a la libertad de expresión, una voluntad de resolver las diferencias con métodos de guerra: defendemos la libertad de expresión no como concepto abstracto, sino como una conquista del movimiento obrero en su lucha por la emancipación.

Por otra parte, estas corrientes reaccionarias que se reivindican del Islam, han puesto en pie gobiernos ultra reaccionarios allí donde se encuentran en el poder. Las mínimas libertades democráticas no son respetadas (ninguna posibilidad de organizarse sindical o políticamente), las mujeres son enormemente oprimidas (lo cual no quiere decir que en los países imperialistas las mujeres vivan emancipadas). Barbaridades son cometidas contra las minorías religiosas de la religión, barbaridades de las cuales se sirve cínicamente Jean-Marie Le Pen para hacer campaña islamofoba.

Por otra parte, estas corrientes no son para nada anti-imperialistas. Una gran parte del financiamiento de los movimientos reaccionarios de Medio Oriente proviene de las petromonarquias del Golfo, reaccionarias hasta la medula y aliadas de las potencias imperialistas occidentales, o de la venta de petróleo a Turquía o a otras potencias imperialistas. La pretendida “guerra religiosa” contra el imperialismo anula toda posibilidad de tender puentes con sectores oprimidos de otras tradiciones religiosas o laicas, o con los trabajadores y los pueblos de Europa. Rechazamos entonces este atentado que no sirve en lo más mínimo a las causas de los pueblos oprimidos y que le hace el juego a la islamofobia.

En efecto, la campaña islamofoba ya ha comenzado. Philippe Val, antiguo director de la publicación, declaro que “no se trata de un problema de integración [de los inmigrantes], sino de su civilización”; Jean-Marie Le Pen hablo de la guerra que “ha sido declarada por el islamismo” y describió el atentado como una consecuencia de la inmigración masiva; Le Figaro escribe que estamos en una “guerra de civilización” y que hay que ganarla por todos los medios.

El gobierno, número uno de la deportación de gitanos y que ha participado desde siempre a la banalización institucional de la islamofobia, llama a la unión nacional, a unirse frente al « enemigo ». En su intervención televisiva, François Hollande, hizo referencia a las intervenciones francesas militares en el extranjero, en defensa de la “democracia”.

Ahora bien, es precisamente la política del imperialismo francés y de las potencias imperialistas en general en Oriente Medio, el racismo de Estado que sufren cotidianamente las poblaciones inmigrantes o descendientes de inmigrantes, las desigualdades sociales que golpean en particular a estas poblaciones, las que hacen el juego a las ideologías reaccionarias que se presentan como los únicos que defienden a los pueblos arabo-musulmanes.

La política de la Unión Sagrada defendida por el gobierno y aplaudida por los partidos de la derecha es una política de “bombero pirómano”. Esta política contribuirá, por un lado, a profundizar la represión y la estigmatización de estas poblaciones; por el otro, a dar aún más argumentos a las corrientes extremistas y fascisantes que se presentan como los verdaderos defensores de los pueblos oprimidos.

Es por eso que rechazamos la política de Unión Sagrada defendida por la burguesía, de la misma manera que rechazamos la campaña islamofoba desencadenada por los medios que solo apunta a dividir a los trabajadores, los jóvenes y las clases populares de acuerdo a sus rasgos nacionales, étnicos o religiosos, cuando la lucha contra este régimen de explotación y de expresión debe unirnos.

Llamamos a la más amplia movilización de la clase trabajadora y la juventud, para enfrentar las divisiones que la clase dominante intenta imponernos, y para denunciar este atentado reaccionario que es ajeno a los métodos de los movimientos que luchan por la emancipación de la sociedad.

 

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