La desigualdad salarial, como parte de una economía basada fundamentalmente en el empleo informal, ha llegado a extremos insoslayables en el caso mexicano. Los trabajadores se ven obligados a subsistir con un salario mínimo que no les alcanza para nada más que lo justo y necesario que les permita volver a trabajar al día siguiente y seguir alimentando la cadena productiva en la que unos pocos se hacen millonarios a costa del esfuerzo diario de la mayoría empobrecida.

Un informe publicado en abril de este año por el Observatorio de Salarios de la Universidad Iberoamericana de Puebla indica que “la pauperización absoluta de la clase trabajadora se ve reflejada en el abaratamiento del salario como precio de la fuerza de trabajo, la explotación con mayor intensidad de la jornada de trabajo y la precarización de las condiciones generales de trabajo, vivienda y de vida en general”. Según este mismo informe,  los trabajadores mexicanos se ven obligados a sobrevivir con solo 5 dólares  por día, en lo que sería el salario más bajo de Latinoamérica seguido de Nicaragua, Haití y Bolivia.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, México es un país con 122 mil millones de habitantes, de los cuales 52 millones constituyen la población económicamente activa; 29 millones de personas se desempeñan en el mercado del empleo informal. Si a todo esto le sumamos que, para  el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, hay 53 millones de mexicanos viviendo bajo la línea de la pobreza, los números se vuelven escalofriantes.

Lo que resulta más obsceno de la misérrima situación en la que se encuentra la mayor parte de la población mexicana es que, mientras los trabajadores sobreviven a la precarización a base de romperse las espaldas en las maquilas, con horas extras o con más de una ocupación, los burgueses han incrementado su capital de manera que según el informe “Riqueza y billonarios 2014”, hecho por la consultora de Singapur Wealth-X y el banco suizo UBS, los millonarios mexicanos pasaron a ser de 22 a 27, sumando un patrimonio en conjunto de 137.000 millones a 169.000 millones de dólares.

 

La industria de la explotación y la dependencia

 

 

La clase obrera mexicana ha sido el sector que más ha sufrido las políticas neoliberales llevadas a cabo por los gobiernos que se han sucedido en las últimas décadas, como los tratados de libre comercio con Estados Unidos y las aperturas a la inversión extranjera. En el marco de estas políticas, la mayor parte de las fábricas, que están situadas en el norte de país, sobre todo en los estados que limitan con Estados Unidos, son las llamadas maquilas. Estas manufactureras fueron instaladas a partir del Programa de Industrialización Fronteriza en el año 1964 y son, desde aquel entonces, el principal empleador del país. México es el iniciador de este tipo de industria, que en las últimas décadas se ha expandido a nivel mundial como producto de los giros neoliberales que tuvieron lugar en los países dependientes. Se trata básicamente de abrir el país a la inversión extranjera, mediante la relocalización productiva de fábricas transnacionales en las que solamente se ensamblan las partes de los productos que luego se venden en el país de origen de las empresas.

En el norte de México hay alrededor de 3.000 maquilas que se alimentan de la explotación de mano de obra barata, bajo condiciones laborales en las que predominan la precarización, las jornadas de trabajo extendidas y la contratación de una mayoría de mujeres por un sueldo mucho menor que el de los hombres. A todo esto se le suma una implacable persecución sindical que impide cualquier tipo de organización de los trabadores para defender sus derechos ante las patronales extranjeras.

 

El pueblo trabajador mexicano se pone de pie

 

Ante el empobrecimiento abismal de sus condiciones de vida, los trabajadores mexicanos se ven obligados, por la necesidad de mejores ingresos, a arriesgar la vida intentando pasar del otro lado de la frontera yanqui, país en el que también son sometidos por el gobierno de los Estados Unidos al trabajo precario y la marginación. Asimismo, son los sectores más vulnerables de la juventud los que al no tener ninguna alternativa de progreso terminan siendo reclutados como carne de cañón de los carteles narcotraficantes.

En medio de este contexto de catástrofe social es que se vienen desarrollando las movilizaciones por los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos. El pueblo mexicano ya está cansado de la situación de miseria a la que está sometido y se levanta para pedir la renuncia de Peña Nieto. Pero todavía la bronca no se encendió del todo, para eso hace falta que se ponga en pie un movimiento independiente de todo sector patronal, que aglutine todos los reclamos del pueblo trabajador para destruir el narcoestado mexicano e implantar una alternativa de los y las trabajadores/as.

 

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