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Es tan ridículo sentir nostalgias de aquella plenitud primitiva como creer que es preciso detenerse en este vaciamiento completo. La visión burguesa jamás se ha elevado por encima de la oposición a dicha visión romántica, y es por ello que ésta lo acompañará como una oposición legitima hasta su muerte piadosa (Marx, Grunddrisse)

 

 

En estos días se cumplen los 170 años del nacimiento de Friedrich Nietzsche, pensador, filólogo y filósofo alemán que morirá en 1900. Realizaremos unas breves apostillas de forma asistemática (manera bien nietzscheana si se quiere) para dar cuenta de algunos problemas que dejó planteada su obra. Digamos también que no emplearemos ninguna cita en particular con el riesgo, quizás, que eso conlleva. La otra opción resultaba más odiosa: la de citar muchísimo y agotar al lector.

 

La forma aforística (como la de los primeros filósofos griegos, aunque debemos recordar que hacia fines del siglo VI ac los ensayos en prosa no existían), su aversión a todo sistema (algo que le achacaba fundamentalmente a los alemanes), convierten a su obra en multifacética y polisémica, aunque no exenta de belleza literaria. Para muchos, y coincidimos, Nietzsche fue mucho más un poeta que un filósofo.

 

Señalemos primero lo que el autor del Zarathustra tiene de indefendible: pese a que reivindicaba el sexo y su poder “dionisíaco”, al mismo tiempo que estigmatizaba a todas las iglesias por la condena del cuerpo en beneficio del alma, profesaba una misoginia extrema que muchas veces semejaba una brutal caricatura; y también sus rasgos biologicistas cuando al hablar de su proyecto de hombre nuevo o “súper hombre”, portador de una catadura moral elevada que lo impulsará a transmutar todos los valores de la sociedad judeocristiana como él la denomina, pero que tiene el presupuesto explícito de la idea de superioridad racial.

 

Sin embargo, hay una línea roja por así decirlo que recorre su obra: la reivindicación del hombre libre, no en el sentido individualista de la que habla el liberalismo, sino – en un acercamiento inconciente a Marx – en cuanto a especie, en donde la vida genérica de éste se logra mediante la reapropiación de la naturaleza sin olvidar que a ella pertenecemos, pero con la cual tenemos que romper y ese “trabajo” constituye algo parecido a una esencia. Es por eso que creerá imprescindible derribar todo ídolo o fetiche que impida lo anterior: la religión, la moral, el cientificismo y el estado, se cuentan entre los principales. Claro está que Nietzsche no realizó un trabajo de dilucidación de por qué esto ocurre, no intentó descubrir en forma materialista el secreto de aquello. La estructura social capitalista y su fetichismo, fueron un sobre cerrado con siete sellos para él. Es por eso entonces que no entendió la Comuna de París y acusó de socialismo rebañego, al único que conocía, el de Duhring; paradójicamente demolido también por los creadores del materialismo histórico, a los que ignoraba.

 

Su crítica (unilateral) a toda forma de organización colectiva lo hizo atrayente para los anarquistas del siglo XX (en eso, como él quería, su “fama fue póstuma”). Su defensa de la aristocracia guerrera y una lectura rápida y detenida en el aspecto racista de su obra, permitió que la derecha tradicionalista y fascista lo levantara también. En nuestro país esto tuvo rasgos patéticos: el acusado ácrata Severino Di Giovanni reivindicaba a Nietzsche, cosa que hacían también muchos de sus victimarios. Los marxistas clásicos hicieron alguna referencia crítica a algunos de sus seguidores que eran más unilaterales aún que su maestro: Trotsky y Gramsci supieron dedicarle algunas fragmentarias líneas. Walter Benjamin reivindicará parte del legado nietzscheano, pero será el intelectual comunista disidente Henri Lefevbre quien revalorice al autor alemán y lo señale, junto a Marx y Freud, como uno de los “padres de la sospecha”: aquellos que desde distintos ámbitos pusieron el dedo en la llaga del mundo capitalista alienado. Esa mirada tuvo cierta influencia en trotskistas o filo trotskistas argentinos como Luis Franco y Milcíades Peña, por ejemplo 1 (en América un precursor de esta posición fue el peruano José Carlos Mariátegui). En los años cincuenta sin embargo, Georg Lukács residente en Moscú, escribirá “El asalto a la razón”, en donde Nietzsche engrosa la no pequeña lista de pensadores burgueses anti iluministas e irracionalistas y por ende, totalmente reaccionarios.

 

La caída del muro de Berlín, aunque esto ya ocurría en ciernes antes de 1989, provocó que el pos modernismo con gran peso en Francia, al abjurar del marxismo como sistema de la totalidad, “desempolvara” a Heidegger y a Nietzsche  y los elevará al rango de nuevos maestros: Foucault y Deleuze entre otros, llevaron a cabo esa resurrección y se impusieron como lema una frase (de las tantas) de Nietzsche, aquélla de que “no hay hechos sino interpretaciones”. La historia, la razón y el sujeto son pues, negados y repudiados.

 

Como ya señalara Marx en 1858, mientras exista capitalismo, habrá asimismo una crítica romántica de éste, que cuenta con ciertos elementos de verdad: su repudio a la moral del dinero, el cristianismo en su nueva veta protestante, una racionalidad que al descuidar ciertos aspectos se volverá unilateral, el (mal) uso capitalista de la técnica, etc. (él fue un precursor en esto en un texto de esa época: su discurso en el People´s Paper). La producción fragmentaria de Nietzsche es hija de ese proceso y de ese tiempo.

 

Que la humanidad, a riesgo de caer en la vacuidad más completa o peor aún,  en una nueva barbarie; requiere dar a luz hombres verdaderamente libres e integrales que tendrán una nueva moral, es una necesidad perentoria. Pero ello no se logrará con acciones individuales meramente filosóficas que terminan también siendo nihilistas o decadentes (algo que estigmatizaba  Nietzsche); sino sólo con el triunfo de la revolución socialista a escala planetaria. No la vuelta atrás hacia una supuesta edad de oro, sino hacia adelante, superando (en el sentido dialéctico del término) ese pasado del cual venimos y del cual nunca terminamos de hacer su beneficio de inventario. Nietzsche y su “filosofía” entre ellos.

 

 

Algunas obras de Nietzsche sugeridas

 

El origen de la tragedia 1872

Humano, demasiado humano 1878

Aurora 1881

La gaya ciencia 1882

El Anticristo 1888

 

1: Escribía Luis Franco: “Nietzsche es uno de los compañeros indispensables del alma moderna. Debemos perdonarle, pues, sus debilidades y delirios y sus contradicciones nihilistas. Advirtió, el primero, que la cultura de la Hélade, al revés de las otras, no significó una deformación o una derogación de la naturaleza, sino su coronamiento, y categorizó como nadie la energía y la armonía creadora de los griegos(…) Contradiciendo acaso su propia generosidad, compartió los prejuicios más paleolíticos contra la mujer (…) Aspiró genialmente a una moral basada sobre las modalidades expansivas, no sobre las represivas de la vida, pero se situó más allá del bien y el mal, es decir, en el limbo o el aquelarre”.

 

 

 

Guillermo Pessoa

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