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“Los votantes afrontan las elecciones con una actitud conservadora, con una mayoría que desea que el próximo gobierno mantenga los logros del actual y corrija las malas políticas” (La Nación, 26-10-14).

 

La reelección de Rousseff en Brasil, las encuestas que le dan a Cristina una popularidad del 40% (algo sin antecedentes para una presidente cerca de finalizar su mandato) y el asegurado triunfo de Vázquez en Uruguay abrieron la discusión de hacia dónde se encamina el ciclo del progresismo en la región, que muestra, a pesar de su desgaste, gran longevidad.

A continuación nos dedicaremos a intentar una explicación acerca del fenómeno, así como a alertar frente a cualquier impresionismo que pudiera creer que no acechan crisis en el horizonte.

 

El miedo a perder lo conquistado

 

El primer elemento a evaluar son las recientes reelecciones de Morales en Bolivia, Rousseff en Brasil y el retorno más que probable de Vásquez a la presidencia en Uruguay. Cada uno de estos triunfos tiene sus características propias. En Bolivia Morales se acaba de alzar nuevamente con la presidencia en una votación con alrededor del 60%; un triunfo muy cómodo, casi de partido “hegemónico”. En Uruguay el escenario no es tan extremo como Bolivia, pero de todos modos se aventura que en la segunda vuelta el Frente Amplio se impondría con comodidad.

Pero la elección más importante de esta serie es, evidentemente, la de Brasil, dónde a diferencia de los casos anteriores, el PT se impuso por estrechísimo margen. Luego de meses de una verdadera montaña rusa electoral que desmintió, uno a uno, pronósticos electorales, Rousseff se alzó con un ajustadísimo triunfo que tuvo el costo de perder parte de su base electoral entre la clase obrera.

Aun así, el PT se impuso y ese resultado es un dato de importancia respecto de la dinámica político-electoral de la región: en el electorado se manifiesta una resistencia a votar candidaturas que no se sabe qué consecuencias podrían dar lugar, un fenómeno inverso al habitual voto castigo.

Se tiende a observar, así, una votación “conservadora”. Si bien hay críticas a los oficialismos progresistas, así como la comprensión de que llevaron adelante muchísimo menos de lo que prometieron, en medio incluso de un creciente grado de conflictividad social que los desborda por la izquierda –conflictos obreros y paros generales en la Argentina, conflictos sociales diversos en Bolivia, la juventud yendo masivamente a las calles en Brasil–, amplios sectores terminan votándolos por temor a “perder lo conquistado” en la última década: “El miedo entre los más pobres a perder lo conseguido en los 12 años de gobierno del PT prevaleció sobre la incógnita de apostar por el cambio” (Juan Arias, El País, publicado por La Nación, 28-10-14).

¿Qué es lo conquistado? Ninguna modificación estructural que siquiera roce el capitalismo, evidentemente. Pero sí concesiones sociales obligadas por la circunstancia de rebelión popular de comienzos de la década pasada; así como un mejoramiento general de la situación económica –sobre todo en materia de empleo y crédito para el consumo– subproducto del “viento de cola” que la región vivió en la última década gracias al llamado “súper ciclo de las materias primas”.

Este elemento que está presente en la conciencia de amplios sectores a la hora de ir a votar es el que le está dando el triunfo a los oficialismos progresistas, y es el dato político del momento en la región.

 

Deterioro pero no derrumbe

 

Sin embargo, sería un error si tomáramos de manera aislada el cuadro anterior. Las señales que vienen del mundo son mixtas: estos triunfos electorales están ocurriendo en momentos en que se vive un deterioro del entorno económico. La economía mundial en el centro del mundo no termina de recuperarse de su crisis de seis años atrás. Además, el cuadro sería incompleto si no tomáramos a China. Su vigoroso crecimiento en la última década es el que explica que aun en medio de la crisis mundial de 2008, los precios de las materias primas continuaran su marcha ascendente y la crisis se sintiera de manera atenuada en Latinoamérica.

Pues bien: el problema es que China está reduciendo su crecimiento: de un promedio del 12% anual en los últimos años ha caído a un 7%; lo que significa una presión a la baja en los precios de los granos, la soja y el petróleo.[1]

Así, la tendencia a la baja del precio de las materias primas es uno de los factores que explica por qué las economías de Brasil y la Argentina están en crisis. La economía estuvo en el centro del debate electoral en Brasil. También determina la dinámica de la coyuntura en nuestro país. Sin embargo, en ninguno de los casos esta crisis es tan catastrófica, evidentemente, como la de los años 90; de ahí que no haya impedido la reelección de Dilma, ni haya llevado a una desestabilización general del gobierno de Cristina.

Hay factores comunes a ser destacados en ambos países: la tasa de desempleo se mantiene baja para la media histórica; en el caso de Brasil, no sabemos cómo se la mide en el nordeste del país marcado por situaciones de informalidad laboral; en el caso argentino, el desempleo ha venido aumentando al compás de la recesión económica. Pero hasta ahora el gobierno ha tenido éxito en que ocurran mayormente suspensiones y no despidos en masa.

Por otra parte, si en Brasil el salario promedio se ha mantenido en términos reales y en la Argentina se vivirá este año una caída del mismo, no se vive un hundimiento del nivel de vida: las paritarias funcionan como una suerte de contrapeso a un empobrecimiento generalizado.

 

Las bombas de tiempo en el horizonte

 

La idea de que en la última década se ha vivido mejor que en los años 90, junto con el hecho de que el deterioro económico que se está viviendo por ahora no significa un derrumbe, es lo que explica el comportamiento electoral en Brasil. Y puede significar un antecedente para lo que se venga en nuestro país en 2015, dependiendo de cómo evolucione la economía en los próximos meses. Algunas encuestadoras plantean que una mayoría de los votantes se ubicaría en la idea de una “continuidad con cambio”, lo que podría beneficiar una candidatura como la de Scioli.

El kirchnerismo tiene el problema de que como aparato es más débil que el PT de Lula y Dilma, el FA de Mujica y Vásquez y el MAS de Morales y Linera; éstos dirigen el partido “entero”, los Kirchner nunca lograron dirigir al peronismo en su conjunto, siempre fueron una de sus fracciones. Una consecuencia de esto es que Cristina no tiene un candidato propio para expresar la continuidad de su proyecto; en todo caso, su aspiración será ponerle un vice a Scioli, que si militó todos estos años en el oficialismo, nunca fue propiamente K.[2] 

¿En qué quedó, entonces, la idea de que el país vive un fin de ciclo? Lo primero a señalar es que a pesar de que Cristina no ha perdido el control de la coyuntura, todo en la economía está “atado con alambre”. En nuestro editorial anterior explicamos los contrapesos políticos que impiden que se desate –hasta el momento– una crisis general. Sin embargo, esto no puede oscurecer la fragilidad macroeconómica que vive el país. La recesión es grave y no hay señales de cuándo irá a acabar. Además, a pesar de este cuadro recesivo, los precios siguen en alza (su crecimiento se habría lentificado en las últimas semanas) y alcanzarían un 38% en el año. Para colmo, las divisas escasean como nunca, y si bien se espera un acuerdo con los fondos buitre para el verano (¡aunque nadie puede asegurar que llegará!), las obligaciones de pago de la deuda han aumentado tanto que la única alternativa será aumentar de manera sideral el endeudamiento del país. El cuadro económico no es un “lecho de rosas”: preanuncia la posibilidad del estallido de muchas bombas de tiempo en el futuro próximo.

A estos aspectos “macroeconómicos” se le suman los problemas estructurales de la economía. La gestión k ha sido una  nueva década perdida en materia de inversiones en infraestructura. El bajo nivel de acumulación de capitales es lo que explica que en la Argentina haga calor y todo estalle por los aires. A la primera ola de calor la generación eléctrica amenazó con colapsar: hubo que importar energía desde Uruguay y ni aun así se evitó que en el norte hubiera apagones generalizados. Tras el calor vino la lluvia, que renovó los temores de inundación en La Plata y otras localidades. Y esto por no olvidarnos de los accidentes que acechan siempre a la vuelta de cualquier esquina en el ferrocarril. Una economía “atada con alambre” no es un factor de estabilidad, sino todo lo contrario.

 

Fin de ciclo

 

Llegamos ahora a la problemática del fin de ciclo K propiamente dicha. Se trata de la caracterización que el kirchnerismo está agotado; un oficialismo en retirada con el interrogante de qué irá a venir.

Sería apresurado endosar sin más esta definición. No se vive un escenario de huída del oficialismo como ocurrió en otros momentos de agudas crisis (Alfonsín y De la Rúa). Varios analistas están señalando que lo característico de la actual transición es la fortaleza relativa que está exhibiendo el gobierno. Debemos distinguir en el análisis dos elementos que aparecen superpuestos pero no son lo mismo.

Uno, que no se observa en el país y la región como un todo un cambio general de las relaciones de fuerza que la saque del “equilibrio progresista” en el que están. Si se hace difícil una desestabilización general por la izquierda –aunque hay conatos de ello como las jornadas de junio de 2013 en Brasil, o el peso electoral y en los conflictos obreros y de todo tipo que exhibe la izquierda en nuestro país– tampoco parece simple un corrimiento hacia la derecha. Las dificultades de Aécio Neves para alzarse con la presidencia, a pesar de hacer una enorme elección en Brasil, son un testimonio de esto. Las largas gestiones de estos gobiernos capitalistas que vinieron a reabsorber las rebeliones populares se explican, en última instancia, por determinadas relaciones de fuerzas que, si bien capitalizan de manera distorsionada, tampoco logran ser desbordadas por la derecha.

Conseguir un punto de equilibrio más reaccionario, como pretenden amplios sectores de la patronal y la oposición (e, incluso, del propio oficialismo cuando reprime las luchas obreras o lanza a su perro guardián Berni a hablar contra los inmigrantes),  no es algo que se resolverá de manera sencilla.

Existe, sin embargo, un hecho irreductible y no parece haber alquimia que pueda revertirlo: el kirchnerismo se va. Carece de un candidato de fuste para reemplazar a Cristina, y tarde o temprano terminará yendo a un acuerdo con Scioli, seguramente poniéndole su vice y otros cargos más.

 

Nuestras tareas

 

Dentro del cuadro que acabamos de describir, la izquierda tiene en nuestro país una ubicación privilegiada; una inserción de amplia vanguardia que roza, electoralmente, sectores minoritarios de las masas. No se vive un ascenso generalizado en las luchas, como tampoco un proceso de radicalización en regla. Pero en los últimos años ha adquirido mayor visibilidad a la acostumbrada. Sobre todo, una inserción creciente entre sectores de la nueva generación obrera, el estudiantado y el movimiento de mujeres.

En este marco planteamos las tareas de nuestro partido para los últimos meses del año. La primera es la pelea con la Lista 5 encabezada por Maximiliano Cisneros como secretario general para las elecciones de la CTA, tarea estrechamente vinculada a algo más importante: lograr que Maxi sea electo delegado en Firestone, superando las mil y una trampas de la Violeta, además del boicot activo de otros sectores como el PO a esta posibilidad.

La segunda, organizar una gran columna de Las Rojas para la próxima marcha del 25 de noviembre en repudio a la violencia contra las mujeres, en un contexto donde nuestra agrupación viene a la cabeza de la lucha por estas reivindicaciones, y con la posibilidad de sumar nuevas compañeras a sus filas.

La tercera, la enorme conquista que significará la obtención de nuestra legalidad nacional luego de los inmensos esfuerzos realizados a este respecto en los últimos años. Pondremos esa legalidad al servicio del llamado que haremos a dar una respuesta en común de independencia de clases entre el FIT, nuestro partido y otras figuras para las próximas presidenciales.

Estas son algunas de las tareas que están por delante en las próximas semanas, a las que convocamos a muchos nuevos compañeros y compañeras que se están sumando a nuestro partido. Es al servicio de estos objetivos que el 6 de diciembre realizaremos un gran acto nacional partidario que trace los objetivos de las peleas que se vienen en 2015.

[1] Los precios del petróleo se han visto afectados, también, por el avance en la producción no convencional en los Estados Unidos, lo que ha aumentado la oferta global del oro negro metiendo una presión extra a la baja.

[2] Es difícil aventurar lo que pueda hacer una corriente como el kirchnerismo, construida al amparo del aparato de Estado, una vez fuera del gobierno, aunque puede haber todo tipo de combinaciones: se verá qué negociación hacen con Scioli para conservar la mayor parte de los cargos en intendencias, gobernaciones e, incluso, en el seno del gobierno nacional.

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