Por Fernando Dantés


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La separación estatal y la política de los revolucionarios

 

“… el planteamiento abstracto del problema del nacionalismo en general no sirve para nada. Es necesario distinguir entre el nacionalismo de una nación opresora y el nacionalismo de una nación oprimida, entre el nacionalismo de una nación grande y el nacionalismo de una nación pequeña.”  V. I. Lenin

 

Presentamos a continuación un extracto de un artículo mucho mas largo titulado “El marxismo y la autodeterminación nacional”, que podrá ser visitado en su versión integra a partir de esta semana en la página Web de nuestra corriente internacional. Lo que sigue es un somero repaso histórico de la cuestión nacional planteada en Cataluña en relación al estado español.

 

La fuente histórica de las relaciones y conflictos catalanes-españoles se remonta al siglo IX. Los territorios de la actual Catalunya eran de los pocos de la Península Ibérica que no estaban bajo la dominación musulmana y fueron poblados por olas migrantes del sur del Imperio carolingio (el actual sur de Francia). El eje de la posterior unificación española fue el en ese momento inexistente reino de Castilla (sus territorios eran parte del árabe Califato de Córdoba). Varios cientos de años después (en el siglo XIV), los reinos de Castilla (que sometería a gallegos y vascos) y Aragón (que incluía Catalunya) se fusionaron. A pesar de esto, mantuvieron aún durante mucho tiempo una fuerte autonomía con ciertas instituciones de gobierno independientes, como las Cortes catalanas. Las relaciones estrechas pero contradictorias entre ambos tomarían nuevas formas a principios del siglo XVIII, cuando todo resto de independencia catalana es barrida por el centralismo de la nueva dinastía gobernante de los Borbones. Anotemos este apellido: fue la dinastía derribada por la Revolución Francesa, destronada por la Revolución Española de la década del 30 del siglo pasado y luego restaurada por el fascismo de Francisco Franco. Que esta familia siga gobernando el moderno Estado español en pleno siglo XXI es aún más anacrónico que hacer andar un auto con bridas y espuelas.

Esta región es bastante paradigmática para el socialismo revolucionario: fue la vanguardia de la Revolución Española y la resistencia al franquismo en 1936-37, es la zona española de mayor desarrollo industrial y su movimiento obrero es uno de los de mayor tradición del continente europeo. La crisis de la Unión Europea y la política de Madrid (y de Berlín, el auténtico dueño de la UE) de hacer recaer sobre las espaldas de las masas el ajuste, tienen por fuerza que hacerse sentir dolorosamente entre los trabajadores y el pueblo catalanes, los que justamente consideran que esto ocurre (hasta cierto punto) por su falta de autodeterminación nacional, pero sin llegar a comprender que el fondo de la cosa pasa por la dominación capitalista.

La lucha contra la austeridad y el ajuste toma la forma (de manera indirecta y mediada, y bajo una dirección burguesa que le quita todo contenido social) de la lucha por la autodeterminación del pueblo catalán; lucha que es explotada en términos sólo “nacionales” por el gobierno catalán, neoliberal si los hay, y que trabaja de continuo para que esta “cuestión nacional” de ninguna manera empalme con dicha cuestión social.

De todas maneras, ponerse en la vereda de enfrente de este movimiento sería defender los intereses centralistas de la burguesía española, con su monarquía y sus fronteras nacionales, a la vez que renunciar a la justa lucha por la autodeterminación nacional.

Pero, a la vez, los revolucionarios no podemos tomar parte de las ilusiones del separatismo dirigido por la burguesía catalana y los partidos del gobierno autonómico, CiU y ERC (“Convergencia y Unión” y la “Izquierda republicana catalana”). Las aspiraciones “nacionales” de la burguesía y la pequeño burguesía no van más allá de un capitalismo local, considerado “más productivo” que el español, pero que se vería de inmediato irreductiblemente sometido a los dictados de Berlín y la Unión Europea.

Un separatismo capitalista no tiene ni puede tener la aspiración de la auténtica emancipación nacional; a lo sumo busca someterse de otra forma y en otras condiciones a los que ya son dueños de la economía española unificada. Y esto si consideráramos que pretenden llevar la autodeterminación a su consecuencia lógica: la organización en un Estado separado. Pero esto no es así. La Generalitat (el gobierno autonómico catalán) busca una salida negociada con Rajoy en Madrid y mantener bajo su control las movilizaciones de masas que han copado las calles de Barcelona.

A pesar de estas consideraciones, defendemos que las aspiraciones de las masas tengan una expresión clara (como puede ser en un referéndum) y que se hagan realidad. Si los catalanes tienen la voluntad mayoritaria de constituirse en Estado separado, defenderemos que así sea. Pero bajo la dirección de la burguesía estas legítimas aspiraciones tienen límites muy fuertes. La fragmentación nacional limita aún más las fuerzas productivas de la sociedad y esta clase dirigente necesita como el aire subordinarse a alguna potencia, por lo que la “independencia” sería mutilada desde el primer día de su proclamación. No hay una salida real en el marco del capitalismo. No puede haber socialismo en un solo país, tampoco puede haber emancipación nacional definitiva y estructural en un solo país; por esto la política para la Península Ibérica es la de una federación socialista de los diversos pueblos que la componen.

La lucha por la emancipación nacional se encadena así a la emancipación de la clase obrera. Ganar a los trabajadores de un país opresor para las aspiraciones emancipadoras de una nación oprimida suelda la solidaridad que puede llevar hasta el final la lucha contra el imperialismo.

 

 

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