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“El nivel que alcanzó la brecha está provocando un intenso movimiento cambiario  informal en las fronteras (…) una legión compuesta por 100 ‘motoqueros’ circulan constantemente por el puente que vincula a Posadas, Misiones, con la ciudad de Encarnación, Paraguay: ‘aquí se compara minuto a minuto cómo se va modificando el valor del peso en relación con el dólar, el guaraní, el real, el euro, u otras monedas incluyendo el peso boliviano, para ir cerrando operaciones’, confiesan. Las amplias ganancias que se pueden obtener arbitrando monedas han multiplicado la cantidad de ‘arbolitos’ que deambulan por las calles de Posadas, además de abrirse nuevas ‘cuevas’ en improvisados locales céntricos” (La Nación, 24 de septiembre del 2014).

 

La carrera alcista del dólar no se detiene. El gobierno se hace el distraído, desentendiéndose de la situación. Pero es simplemente un “teatro”. Pasa que carece de reservas para una intervención decidida que frene la escalada.

Lo que puede confundir es que la situación parece “calma”. Pero la tormenta de una nueva devaluación se avecina indefectiblemente. Incluso podría tener fecha fija: el próximo 30 de septiembre entra en default una nueva porción de la deuda por 200 millones de dólares. Sería la excusa perfecta para que el gobierno deje correr un nuevo salto del dólar oficial.

 

Se viene la devaluación

 

En la cámara de apelaciones de Nueva York al gobierno no le fue bien. Tampoco ante el juez Griesa, que excluiría del nuevo default 5 millones de dólares del vencimiento que es la semana próxima. Mientras Cristina recorre el mundo denunciando a los fondos buitres, el gobierno se mueve como si estuviera en otro mundo, no en la Argentina real dónde cada día que pasa se deteriora un poco más la situación económica.

Ayer martes 24 la divisa escaló hasta 14,45$ y no parece tener techo. Además, está en marcha una bicicleta fenomenal porque todavía se pueden seguir adquiriendo dólares al tipo de cambio oficial (a partir de declarar ciertos ingresos y siguiendo cierto tramiterio), que pagando los impuestos respectivos, dejan su costo a algo en torno a 10%; después, se puede ir al mercado negro a venderlos por cinco pesos más ¡haciéndose el “pingüe” negocio del 50% en pocas horas!

Por esto mismo hay furor en las fronteras con los que lucran con el arbitraje de las monedas. Claro que esto no es nada comparados con los negocios que se están haciendo en la Bolsa de Comercio (“dólar bolsa”), cuyas acciones “bailan” conforme la suba del paralelo de manera de no perder su valor; también las operaciones del llamado “contado con liquidación” y tantas otras formas de bicicleta que están a la orden del día a partir de la escalada de la divisa.

¿Hasta cuando dejará correr el gobierno esta situación? ¿Cuánto aguantará la economía esta distorsión que deja fuera de toda previsibilidad los precios de la economía? Porque lo más significativo del caso, repetimos, es que el gobierno no está haciendo nada serio para contener la escalada. Es verdad que puso a la Gendarmería a recorrer el microcentro. También que se hizo de dólares reduciendo el encaje en divisas en posesión de los bancos (fueron entregadas al central). Y que está reteniendo el pago de importaciones y otras medidas para bajar la demanda de dólares.

Pero estas iniciativas no están alcanzando para frenar una divisa que si se pone en correlación la cantidad de reservas con el circulante en pesos, el dólar debería costar lo que cuesta en el mercado paralelo: 15$.

La manera genuina para parar la escalada sería hacerse de fondos frescos. Recientemente arribó un swap del Estado chino (un préstamo para comprar productos de ese país) por 300 millones de dólares. Pero prácticamente no se notó. Cristina estuvo reunida con Soros, pero tampoco se ha escuchado noticia de que este “buitre bueno” esté con la idea de comprarle a los “buitres malos” parte de su tenencia de deuda. Las horas, los días y las semanas pasan y los k no logran financiamiento externo, ni un sustancial ingreso de divisas.  

La consecuencia de esto es que el BCRA no tiene poder de fuego para parar la escalada; el gobierno solamente parece estar esperando el momento para anunciar un “nuevo ataque especulativo de los mercados” consagrando una nueva devaluación que termine colocando los precios en la estratosfera.

 

La clase obrera bajo ataque

 

Por abajo la situación se deteriora aceleradamente. La burocracia sindical en todas sus expresiones ha evitado un estallido de las luchas en su conjunto. Moyano y cia. administraron dos paros generales y ahora acaban de reafirmar, extraoficialmente, que no es momento de convocar una nueva medida; como dijo Schimdt: “no se pueden hacer paros todos los días”.

No se trata solamente de Moyano. El que se ha llevado las palmas este año del dirigente sindical más gorila y antiobrero, es Pignanelli del SMATA. Estuvo al frente del operativo para reventar las luchas de Gestamp y Lear incluso afirmando descaradamente que los trabajadores que protagonizaron esas gestas históricas debían “ir presos”.

Al mismo tiempo, con el verso de que la crisis automotriz “terminaba en agosto”, buscó crear un clima de despreocupación en la base del gremio, que ahora se enfrenta a un escenario opuesto: crecen las suspensiones e, incluso, y de manera cada vez más seria y consistente, la amenaza de despidos.

Pero antes de continuar con las luchas y las salidas posibles, detengámonos más pormenorizadamente en el deterioro económico de los trabajadores. Hay tres rubros por donde están bajo ataque: las suspensiones, los despidos y la caída del salario.

Todos los medios están informando un cambio en el “ambiente laboral” respecto de los últimos años. Hay una novedad “estructural” respecto de la última década: crece la posibilidad del despido. Esto ocurre porque en la medida que la recesión tiene un horizonte de continuidad, las empresas comienzan a hacer números y a preguntarse “hasta cuando se van a bancar suspendiendo personal”.

Una encuesta reciente señala que el 33% de las grandes empresas están poniendo en marcha planes de despidos de personal: “Uno de los datos más llamativos del Foro de Recursos Humanos, fue la gran cantidad de empresas dispuestas a despedir a parte de su personal sin causa. De hecho, esta variable no formaba parta de la encuesta en años anteriores porque no era representativa. Hasta hace algunos meses había despidos ‘por goteo’ o prácticas menos definitivas, como suspensiones temporarias o eliminación de horas extras. Pero ahora pasaron a revisar sus planteles para hacer el ajuste” (La Nación, 24 de septiembre del 2014).

Aquí pasa algo evidente; no hace falta ver las encuestas para comprender la cosa: las suspensiones son siempre un recurso transitorio, pero cuando se hacen “eternas” las patronales prefieren despedir y punto. Esto les resulta menos oneroso que suspender. Y, por añadidura, facilita el proceso de racionalización empresaria. Porque simultáneamente se aumenta el ritmo laboral para los trabajadores sobrantes. De esta manera, se pagan con creces los despidos y se aseguran ganancias extraordinarias para cuando vuelva el alza económica.

Pero junto con la problemática del empleo está la del salario. Todos los análisis confirman que está cayendo el salario real. Se aventura una inflación del 40% o más para el 2014. Mientras tanto, el promedio del aumento salarial alcanzó el 30. Pero este es el escenario que ya está dado: ¿qué pasaría si se viene una nueva devaluación? Ahí habría que agarrarse porque sobre llovido, mojado: ¡significaría una nueva alza de los precios y una caída del salario real sin precedentes en años!

 

La estrategia de la izquierda

 

La nueva devaluación que se avecina trasladará la dinámica de la coyuntura al terreno de la lucha de clases más cotidiana incorporando nuevos interrogantes: ¿se dejarán los trabajadores esquilmar en su nivel de vida de esta manera? ¿O viviremos una reacción en las luchas? Este es un interrogante de importancia salvo para las organizaciones que suponen que tienen la “vaca atada” independientemente del curso de las luchas.

Como señalamos una o dos editoriales atrás, se trata de una estrategia oportunista que se juega sobre el “tiempo abstracto” del calendario electoral, pretendiendo hacer abstracción de los giros y clivajes de la lucha de clases real, algo que caracteriza al FIT en su conjunto y, sobre todo, a su mascarón de proa, el Partido Obrero.

Porque el oportunismo del PO es redoblado. Muy suelto de cuerpo señala estar “en contra de una salida anticipada de Cristina”. Pero si esto ocurriese no sería por ningún “golpismo” desde la derecha (¡toda la oposición está con las cuatro patas en la gobernabilidad!), sino por el simple expediente del desarrollo de la crisis.

Las elecciones que vienen son muy importantes. Y es más que probable que haya igual o más votos para la izquierda que en las anteriores. Quien no les prestara la más seria atención a las mismas, caería en un imperdonable infantilismo de izquierda. Porque lo que está en juego es una ruptura política de una franja de las masas hacia la izquierda; de ahí que desde nuestro partido estemos redoblando a estas horas los esfuerzos por obtener la legalidad nacional.

Pero no menos importante es ser conscientes que probablemente tengamos nuevas responsabilidades de aquí a fin de año. Una crisis devaluatoria exigiría respuestas no solamente en el terreno electoral, sino en el de la lucha de clases directa.

El tema es, entonces, cómo pasar a la contraofensiva en medio del agravamiento de la crisis. La realidad es que más allá de los dos paros generales, la dirección nacional de los gremios está en manos de la burocracia. Y algunas de las luchas que vinimos liderando se están saldando con derrotas.  

La primera tarea es sacar las lecciones del caso; subrayamos la importancia de hacerse fuertes en el lugar de trabajo: pelear a muerte por la base no creyendo que sólo con la vanguardia y desde afuera se podría ganar. Y que, como último recurso, cuando no queda otra alternativa, hay que orientarse a la ocupación de la planta, recuperando los métodos históricos de lucha de los trabajadores.

Junto con esto, el escenario de deterioro económico redoblado, nos plantea qué respuesta dar a la misma. El moyanismo se ha borrado, no convocará a una nueva medida. El michelismo quisiera hacer algo, pero su poder de fuego es muy limitado. Pero las clases sociales son más amplias, más extendidas, más objetivas que cualquiera de sus direcciones. Si la devaluación finalmente se desatara, aumentará la presión desde abajo para salir a pelear.

 

Abajo el ajuste k. No al pago de la deuda externa

 

Para este escenario debemos prepararnos. Se verá si se trata de luchas de conjunto o no. Más allá de esto, seguramente vendrán durísimas peleas en sectores dónde la patronal quiera aprovechar para deshacerse de personal. Y más de conjunto, crecerá la presión en los gremios por la caída salarial.

Sosteniendo las banderas por un nuevo paro general activo y las de rodear de apoyo cada lucha contra las suspensiones, los despidos y la caída del salario, es fundamental reagrupar al sindicalismo combativo. Hace falta un nuevo encuentro nacional unificado que sea un punto de apoyo para tantos sectores y experiencias independientes que están buscando una referencia más de conjunto y al que no le sirven iniciativas de autobombo como la que está promoviendo el PO en el Luna Park.

La posibilidad de poner en marcha una iniciativa de este tipo el próximo 25 de octubre se vería potenciada en el caso que se desate una nueva espiral de crisis; ese hecho ayudaría a darle más entidad y a otorgarle el carácter de lucha y clasista que de por sí no tiene asegurado. La militancia de nuestro partido se jugará entera en caso que esa sea la perspectiva que termine imponiéndose.

 

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