Ver: Algunas reflexiones sobre el género policial (I parte) – http://www.mas.org.ar/?p=3091

 

Decíamos en la nota anterior (ver SoB 301) que se podría definir a la novela policial dura o “negra”, siguiendo a Piglia, como “novela capitalista”. En esa dialéctica entre forma y contenido que expresa la literatura, destacábamos que la misma mostraba la podredumbre y las miserias de ese sistema social. Lo que lo alejaba de todo naturalismo (de lo contrario, sería un mero documento testimonial, un acto reflejo), era la calidad literaria que trasuntaba: lo que el creador agregaba en ella ya que de alguna manera era un disconformista, un rebelde, para con ese orden social que literalmente le repugnaba. (1)

Planteábamos también que en las dos últimas décadas, estaba emergiendo el policial de los estados burocráticos o de capitalismo de estado, como eran los casos del chino Qiu Xialong y el cubano Leonardo Padura. Sobre el primero de ellos tratan las reflexiones que siguen (que por cuestiones de espacio, dividiremos en dos entregas), quedando pendiente la referida al escritor caribeño. (2)

 

Los llamados estados obreros: puntos sobre las íes

 

En primer lugar nos parece importante realizar un breve acercamiento a la conceptualización del tipo de estado en que se constituyeron hoy tanto el país asiático como el centroamericano. Reivindicamos como un real mérito de nuestra corriente, el esfuerzo por aprehender los procesos de revoluciones anti capitalistas del siglo pasado que dieron origen a los llamados estados obreros, con deformaciones burocráticas luego y que culminaron – como en el caso de China – con la restauración del capitalismo, observando todas las especificidades de cada caso en particular. En ese proceso de elaboración conceptual, expresamos que creemos estar en lo cierto al sostener que el marxismo define el carácter del estado por las relaciones de producción, no por las relaciones de propiedad, o lo que es lo mismo, por su mero aspecto jurídico. Esto provoca que contrariamente al capitalismo en donde economía y política están escindidas e incluso la primera funciona casi “automáticamente” mediante las leyes del mercado y la segunda muestra una plasticidad enorme (gobiernos y regímenes de diverso tipo así lo confirman), no ocurre lo mismo en aquellos países en donde se ha expropiado a la clase burguesa:

Pues bien: poco o nada de esto puede suceder una vez que se expropia a los capitalistas: Estado, régimen y economía dejan de ser (relativamente) “autónomos”. Se termina esa “externalidad” mutua entre producción y Estado, estructura y superestructura (…) Así, la política y la democracia socialista (superestructura) es parte integral e inseparable de las relaciones de producción (estructura) de la transición. Y esto también puede decirse de la otra alternativa de la producción: la que comanda la burocracia: también está sobredeterminada por la dominación burocrática, que no puede tolerar la democracia obrera, porque le haría imposible apoderarse de una parte importante del producto excedente. Esto, a su vez, determina no meramente dos regímenes distintos (burocrático y revolucionario)  del mismo estado obrero, sino dos tipos de Estado diferentes  por su carácter social y no sólo “político”  (3)

 

 

La revolución rusa fue hasta ahora la única experiencia que conoció un estado basado en las organizaciones de los trabajadores y con una amplia democracia obrera que luego (y por razones que no desarrollaremos aquí) se convirtió en un estado burocrático hasta retroceder al capitalismo actual. China, que llevó adelante una fabulosa revolución anticapitalista con una base social campesina y bajo la dirección del stalinista partido comunista, no conoció jamás aquel régimen (por ende, no fue nunca un estado obrero) y la burocracia gobernante comandó la transición al capitalismo de estado que es hoy. Cuba, por otro lado, fue uno de los tantos países que luego de la Segunda Guerra Mundial (con su particularidad) que luego de expropiar a la burguesía, construyó un tipo de estado burocrático casi idéntico al soviético y que ensaya en la actualidad, de la mano de la propia burocracia gobernante, una serie de importantes y profundas reformas pro mercado. Desarrollemos un poco más esto, para poder comprender el contexto histórico de nuestros autores y sus personajes.

 

 

China: revolución anti capitalista pero no socialista

 

 

No se puede hablar de transición al socialismo (reiteramos, aún habiendo sido expropiada la clase burguesa, lo que es una condición necesaria pero no suficiente) ni hablar de estado de los trabajadores, si éstos no son efectivamente la clase dominante.  Eso es lo que aconteció con la revolución china de 1949. Como señalaba un dirigente chino contemporáneo de Mao, pero opuesto políticamente a éste: La clase trabajadora como un todo permanece en una posición subordinada. La clase obrera está privada del derecho fundamental de elegir sus propios representantes para participar y supervisar el régimen. Los derechos políticos generales – libertad de palabra, asamblea y asociación, publicación, creencias, etc – están considerablemente limitados e incluso prohibidos, como las huelgas. (4)

El Gran Salto Adelante instituido bajo la férrea conducción de Mao, intentó un desarrollo industrial desmedido, provocando no sólo hambrunas terribles sino la desaparición física de más de veinte millones de campesinos. Aunque dejó una masa de obras públicas impresionantes, que aún se pueden ver en el campo chino, terminó en un tremendo desastre y retroceso de las fuerzas productivas como producto  del voluntarismo pequeñoburgués del aparato maoísta (…) Aunque duró menos de un año fue el mayor experimento de movilización humana en la historia (1957/8). Luego de este fracaso, en el campo se empezó a recorrer, tan tempranamente como en 1961, el camino que llevaría a la vuelta al capitalismo según la máxima de Deng: “la agricultura privada es tolerable si aumenta la producción. Poco importa que un gato sea blanco o negro; lo importa es que atrape ratones”  (5)

A mediados de los sesenta, se lleva a cabo la denominada Revolución Cultural que es uno de los fenómenos más discutidos y que ha generado la mayor cantidad de opiniones contradictorias en la historia de la revolución china. Desde los sectores trotskistas que soñaron ver la “revolución dentro de la revolución”, a los stalinistas desilusionados con la URSS que renovaron su fe en el “socialismo”, pasando por los sectores cristianos que pensaron que se podía adherir a un comunismo moral, pocas fueron las voces que se alzaron contra este desastre. Los trabajadores de las ciudades y provincias importantes de toda China estaban comenzando a expresar su insatisfacción con las condiciones económicas y sociales, y en muchas áreas recibían el apoyo de campesinos insatisfechos y de todos los sectores de la fuerza laboral. La propaganda maoísta condenó estas revueltas, considerándolas “economicistas” y diciendo que los obreros y campesinos rebeldes habían sido engañados por funcionarios reaccionarios del partido y que se rebelaban para satisfacer sus estrechos intereses personales (Marconi Virginia, La larga marcha) (6)  

 

 

Chen Cao, el inspector poeta

 

 

Precisamente Qiu Xialong, nacido en Shangai en 1953, presenció cómo los Guardias Rojos asesinaban a su padre y a otros opositores que conformaban un abánico variopinto (“democráticos” sin más, pro capitalistas y occidentalistas, místicos cristianos, comunistas que deseaban un cambio dentro de la revolución, etc.). Egresado de la carrera de Letras en su ciudad natal y luego docente en la Universidad de Pekin hasta 1988 cuando partió hacia los EEUU; conoció la creciente desigualdad social que avanzaba exponencialmente de la mano de las reformas pro capitalistas iniciadas en 1976 y que a la vez, presagiaban la masacre de la plaza de Tiananmen. (7)

La primera novela (La muerte de la heroína roja) del inspector jefe Chen Cao, poeta y traductor al inglés de poesía china, alter ego de Qiu; ocurre justamente a meses de dichos sucesos; mientras que la acción de la última, El enigma de China, ya está situada en el siglo XXI, lapso en el cual la situación social en el país asiático sufre cambios trascendentales: Un estudio del Consejo de Estado, la Academia de Ciencias Sociales y el PCCh probó recientemente que de los 3220 chinos con una fortuna mayor a los 10 millones de dólares, 2932 son o eran funcionarios de alto rango del Partido Comunista. (L. Esnal “Las dos caras de la nueva China”)

Algunas críticas que ha recibido este escritor, hoy docente en la Universidad de Missouri, es que sus novelas “expresan la visión pequeño burguesa occidentalista”. Casi el mismo anatema que los viejos cuadros de la policía de Shangai, superiores de Chen Cao, le enrostraban regularmente a éste. Imposible no asociarlo (con las debidas proporciones del caso) a la respuesta que daba el viejo Lukács cuando afirmaba que “Sí, es cierto, Kafka es un pequeño burgués… pero no todo pequeño burgués es Kafka”.

Como ocurría en la novela negra clásica y en el policial “social” de Mankell o Márkaris, la repulsión para con la hipocresía de los grandes burgueses y elencos gobernantes, que irradian su influencia ideológica hacia los sectores subalternos e incluso penetra en franjas de trabajadores, se observa con claridad en la Shangai del inspector Chen Cao. Con el “plus” de que allí, la burguesía es relativamente nueva, “sui generis” y ha surgido del riñón de la casta burocrática maoísta y post maoísta. Pareciera también que el peso de la tradición juega, y mucho. La adoración para con los superiores, la presencia de un estado que es guía de las acciones y garante de la verdad, se hallan claramente presentes en la China contemporánea (algo que ya Mao explotaba cuando conjugaba “su” marxismo con las citas de Confucio, todo en medio de un anti intelectualismo muy grosero que recuerda ciertas prédicas fascistas) y que la saga policial muestra muy bien. Si a eso le sumamos el “dios” consumo, del cual son fieles adoradores esa capa de funcionarios millonarios, el cuadro social está completo.

Veremos en la próxima nota cómo nuestro personaje se comporta en ese mundo, cuáles son los méritos y las limitaciones de la saga policial; realizada siempre con una escritura afinada pero no pretenciosa, logrando así una verdadera “comedia humana china” de las últimas y trascendentales décadas que al gigante asiático le ha tocado protagonizar.

 

 

Notas

 

1: Decíamos que ese “desacomodamiento” hacia el orden social no era siempre conciente en el artista y menos aún, que ese desajuste conlleve un aspecto prospectivo. Creemos que algo similar planteaba Rosa Luxemburgo cuando afirmaba: Dostoievski, sobre todo en sus escritos posteriores, es un reaccionario confeso, un místico que odia a los socialistas. Sus descripciones de los revolucionarios rusos son malévolas caricaturas. Las doctrinas místicas de Tolstoi reflejan también tendencias reaccionarias. Pero los escritos de ambos nos despiertan, inspiran y liberan. Y eso es porque su punto de partida no es reaccionario, sus pensamientos y emociones no obedecen al deseo de aferrarse al statu quo, ni los inspiran el resentimiento social, la estrechez mental ni el egoísmo de casta. Por el contrario, reflejan un gran amor por la humanidad, y una profunda reacción ante la injusticia (…) En el verdadero artista la fórmula social que propone tiene una importancia secundaria; la fuente de su arte, el espíritu que lo anima: eso es lo decisivo. (Rosa Luxemburgo, El espíritu de la literatura rusa). En cuanto a lo que “agrega” el autor, su calidad intrínseca, es un poco lo que Marx le recomendaba a Lasalle cuando éste se atrevía a componer poesía: “Ya que escribes en verso, podrías hacer los yambos un poco más hermosos”. O lo que afirmaba nuestro hoy “ilegible” Vargas Llosa cuarenta años atrás: No se escriben novelas para contar la vida sino para transformarla, añadiéndole algo. El novelista añade algo a la realidad que ha convertido en material de trabajo, y ese elemento añadido es la originalidad de su obra, lo que da autonomía a la realidad ficticia, lo que lo distingue de lo real. El elemento añadido o manipulación de lo real, no es gratuito: expresa siempre el conflicto que es origen de la vocación y puede ser poco o nada consciente por parte del escritor. Naturalmente, el elemento añadido es detectado por el lector en función de su propia experiencia de la realidad, y, como ésta es cambiante, el elemento añadido muda también, según los lectores y las épocas. (Vargas Llosa, M. La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary. Madrid, 1975). Dicho juicio no es privativo sólo del literato peruano, es sugerido entre otros también, por dos escritores ya mencionados en la primera parte,  Ricardo Piglia y el santafesino Juan José Saer.

2: Asimismo en el último cuarto de siglo el género policial parece “haber salido del closet”: la española Clara Asunción García crea, hasta donde sabemos, la primera detective lesbiana: Cate Maynes y la también ibérica Marta Sanz da vida al inspector Arturo Zarco que luego de un matrimonio “fallido”, se asume plenamente como gay.

3: Ramírez Roberto, Sobre la naturaleza de las revoluciones de posguerra  y los estados “socialistas”. Revista SoB nro. 22, 2008.

4: Peng Shu-Tsé. Citado en Sáenz Roberto, China 1949: revolución campesina anti capitalista. Revista SoB nro. 19, 2005.

5: Sáenz, R: ob, cit.

6: La ironía de esta historia es que fue el maoísmo el que, sin quererlo, dio el impulso inicial a la rebelión del movimiento obrero. Las huelgas portuarias en Shangai configuró prácticamente la primera protesta obrera desde que el PCCH había tomado el poder. A partir de ahí se desató una ola nacional de luchas: los puertos norteños de Qingdao, Tianjin, Dairen; los ferroviarios del este de China salieron por mejores condiciones de trabajo; comenzaron a sumarse sectores campesinos. Otra ironía: este movimiento fue finalmente instrumentalizado y reconducido por el aparato central contra los Guardias Rojos maoístas. Finalmente, luego de un pacto por arriba entre el propio Mao y Chou En Lai, fueron disueltas las organizaciones estudiantiles y se puso punto final, sin pena ni gloria a la última aventura del “Gran Timonel”. Sáenz, R., ob. cit.

7: Como a modo de balance, indican dos sinólogos: Treinta años de reformas han configurado un capitalismo salvaje sin paliativos. China está atravesada por grandes desequilibrios sociales y regionales. Las reformas han provocado concentración de la renta, polarización social y un aumento de las desigualdades (…) Cifrada en unos 150 millones de personas, la nueva clase trabajadora ocupa los escalones más bajos del mercado laboral. Sus condiciones de trabajo y de vida constituyen la cara más amarga del nuevo capitalismo chino. Salarios bajos, jornadas laborales interminables, insalubridad en el trabajo y violación de las leyes laborales por parte de muchas empresas y de sus subcontratistas forman parte de la realidad cotidiana. (J. Antentas y E. Vivas “El nuevo capitalismo chino”)

 

 

Guillermo Pessoa

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