Por Martiniano Rodríguez



 

 

El Congreso de Tucumán es uno de las grandes fechas que resalta la historia oficial, como hito fundador de nuestra República. En este Congreso se dio uno de los pasos más importantes, la independencia formalmente votada el 9 de julio de 1816.

Pero, más allá de eso, hay muchas otras cosas que se discutieron y que son ocultadas, tanto por la historia liberal-mitrista que se da en las escuelas, como incluso por varios historiadores revisionistas de ella. El de 1816 fue el Congreso que luego se trasladó a Buenos Aires, que decretó una Constitución a espaldas del resto de las provincias, que dejó representantes de otras provincias fuera del Congreso, y que sesionaba en secreto con sólo algunos representantes para tratar los temas importantes.

En primer lugar, se esconde que la independencia se declaró seis años después de una “gloriosa Revolución de la Independencia”, la del 25 de mayo de 1810.

¿Por qué tardaron tanto en declarar algo que ya estaba en los hechos? Los españoles no tenían control sobre nuestro territorio, estaban estancados en el Alto Perú (actual Bolivia). Es difícil decir que se tardaron seis años por “miedo” a una reconquista. Otros suponen que la importancia del Congreso de Tucumán significaba elegir nuestros representantes… pero eso ya se hacía desde el 25 de mayo de 1810. Las razones deben buscarse en otro lado.

La cuestión fue que el rey de España, Fernando VII[1], había sido liberado y dejó claro que pretendía volver a controlar las colonias americanas Así terminó con las expectativas de varios que sólo buscaban una autonomía; o sea, sólo algunas “libertades”, relacionadas en especial con el tema del monopolio del comercio que imponía Madrid.

Sus no tan honorables comienzos

El Congreso fue llamado por el Directorio, el gobierno “nacional” unipersonal que controlaba las provincias desde Buenos Aires, lo que es lo mismo decir que Buenos Aires controlaba las provincias. Alvear y sus aliados, que tenían las riendas, representaban los interés de los comerciantes bonaerenses, o sea los intereses monopolistas del puerto de Buenos Aires.

El lugar elegido, Tucumán, fue debido a la negativa de los caudillos del interior a convocarse en esta Buenos Aires. En especial Artigas, que llevaba años luchando contra Buenos Aires, lo rechazaba, ya que eso significaba quedar a merced de la influencia porteña. Tucumán era más “neutral”. Por eso, el 24 de marzo de 1816 comenzaron a sesionar en esa ciudad del interior.

Para que el Congreso fuera “tranquilo” y sesionara en “paz”, había que asegurarse la no participación de algunos representantes opositores. Concretamente, los aliados de Artigas, que tenían instrucciones precisas de establecer la capital fuera de Buenos Aires, decretar la libre navegación de los ríos, y otras medidas tendientes a perjudicar el monopolio del puerto por los bonaerenses. También este sector era contrario a ciertos planes de establecer una monarquía en la región. Toda una molestia para quienes pretendían decidir sobre el destino de las provincias.

Las provincias del Litoral (Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y las misiones) y la Banda Oriental (actual Uruguay) estaban en guerra contra el Directorio porteño. Esperaban la invasión de los portugueses desde Brasil (arreglada con el Directorio), y obviamente se dio una situación de “no te invito pero si lo hacés no voy” (al igual que en la Asamblea del año XIII).

Así, cinco provincias no estuvieron sentadas ni representadas el 9 julio. En cambio, se invitó a provincias del Alto Perú (actual Bolivia) que estaban en manos de los españoles: Mizque, Charcas, y otras. Algunas ni siquiera pudieron llegar.

Para asegurar una mayoría porteña, muchos de los presentantes de las provincias altoperuanas eran exiliados que vivían en Buenos Aires, que por lo tanto no fueron elegidos por los pueblos que supuestamente representaban… y que por supuesto apoyaban a Buenos Aires.

El caso más claro de personajes del puerto que fueron en representación de otras provincias, fue el de Pueyrredón (héroe para muchos). Participó como representante de San Luis… un artilugio también usado en la Asamblea del Año XIII.

Así Buenos Aires sólo enfrentaba la oposición de los delegados de Córdoba, Salta y Tucumán. Pero ninguno de ellos –quizás a excepción de Córdoba– representaba una amenaza ni estaban decididos a llevar la lucha hasta el final.

Las discusiones

Entre las primeras medidas estuvo la creación de una Comisión de Relaciones Exteriores, reducida en número y que sesionaba de forma secreta. En ella se discutía qué hacer frente a la invasión de los portugueses, que estaba siendo negociada desde hacía rato por Manuel García en Río de Janeiro. La verdad es que nada hizo esta Comisión por frenar estas negociaciones ni impedir la invasión. Recordemos, además, que es público que Belgrano por estos años había estado en Europa y su conclusión era la necesidad de crear una monarquía con las provincias. Se ha difundido mucho que postuló a un descendiente del Inca. Pero es menos conocido que también propuso a los Braganza (la casa real portuguesa que se encontraba en esos momentos en Río de Janeiro: ¿casualidad?).

De toda esta cuestión, como fue tratada en secreto, sólo sabemos que la invasión portuguesa se produjo igual. La siguiente decisión fue nombrar director supremo a Pueyrredón. Pero esto generó la primera discusión con la débil oposición. El representante de Salta, Moldes, era bien visto en la zona por sus triunfos contra los españoles. Era además apoyado por Güemes y los diputados de Córdoba. El debate cobró fuerza y Moldes fue entonces detenido por “generar disturbios”.

Quedó así un solo candidato, el de Buenos Aires, que había ido como “representante” por San Luis. Pueyrredón iniciaría luego una gran persecución de los opositores.

La independencia llegó sólo después de varios días de discusión. Al parecer, los patriotas no estaban muy decididos. Pero ante la necesidad se declaró la independencia, pero solamente de España, como dice el acta de ese día. Esto dejaba abierta la posibilidad de separarse de España para luego ser parte de otra nación.

Planes como estos estaban en la cabeza de algunos patriotas como Alvear. Concretamente, la discusión seguía en torno a ser colonia británica, pasar a formar parte de reino de los Braganza, etc.

Este pequeño pero importante detalle fue corregido el 19 de julio, diez días después. Ante los reclamos de algunos representantes del Congreso y de los rumores que corrían entre amplios sectores, se agregó: “independiente de toda dominación extranjera”. Pero todas estas vueltas confirmaban las denuncias de Artigas.

Hasta aquí, lo que nos deja este Congreso, además de la declaración de la independencia, es un claro miedo a ella por parte de quienes se reconocen hasta el día de hoy como los continuadores de Mayo. Reflejaban una burguesía comercial atada al comercio internacional, que se negaba constantemente a declarar una verdadera independencia, que tardó seis años en hacerlo y que no cerraba la posibilidad de incorporarse a otras naciones. Podríamos decir que muy “nacional” no era esa burguesía, a pesar de lo que opinen otros. No sólo demoró en declarar la independencia (lo que ser justificado, si no estuviera acompañado de otros “errores”), sino que también apoyó la invasión portuguesa a la Banda Oriental para poder derrotar a Artigas y terminar con el último bloque opositor serio que tenía Buenos Aires. Una burguesía sin intereses nacionales no puede dar más que esto: proteger sus intereses comerciales.

Para continuar, el Congreso se trasladó a Buenos Aires en 1817 por razones de seguridad. Los españoles avanzaban hacia el sur. Esto sirvió para “depurar” aún más el Congreso, ya que algunos representantes decidieron quedarse o volver a sus provincias. Al igual que en 1816, los faltantes fueron reemplazados por gente de Buenos Aires.

Después de declarar la independencia, el Congreso debía comenzar la discusión de una Constitución que reglamentara el país. Esto tardó en llegar. Se presentó un Reglamento Provisorio recién en 1819, y el 22 de abril de ese año se aprobó. Pero el texto no aclaraba si el nuevo Estado iba a ser república o monarquía. Una vez más, la burguesía comercial metía la cola. En el mismo momento se mandó a un representante del Congreso a Europa para conseguir un príncipe para estas tierras.

Esta Constitución era claramente unitaria, y más allá de la cuestión de monarquía o república, esto detonó la bomba. Muchas provincias no la aceptaron. Ni siquiera fue respetada por el propio director supremo, Pueyrredón. Así las cosas, Artigas le encomendó a dos caudillos (Ramírez de Entre Ríos y López de Santa Fe) que invadieran la ciudad portuaria y terminaran con el Congreso, que a esta altura era claro que sólo representaba a Buenos Aires y nada más.

1 Fernando VII estaba prisionero de los franceses, que habían invadido España, hecho que dio pie a lo ocurrido en toda América en 1810.

La fragmentación de las Provincias Unidas

En definitiva, el Congreso de Tucumán presentado como un hito de la democracia y la libertad, sólo fue menos que una caricatura de esto: representantes excluidos, otros detenidos, varios representantes de las provincias eran bonaerenses, y sin ningún problema nunca saldaron la cuestión de qué tipo de independencia (más allá de que quedaba claro la ruptura con España). Tardaron años en presentar una Constitución y no representaba a nadie más que a Buenos Aires.

Para muchos historiadores revisionistas o stalinistas, esta fue la burguesía que realizó una “revolución social” y creó un “país democrático”. En verdad, lo único que nos dio este “hito” fue una independencia no muy clara. Y, a pesar de esa acta, los representantes de la burguesía comercial portuaria y de la naciente burguesía ganadera bonaerense no dudaron en apoyar a los portugueses para que invadieran la Banda Oriental y desmembraran al naciente país como lo habían hecho antes con Paraguay.

Los portugueses negociaron con el gobierno del Directorio la invasión de la Banda Oriental. Se quedaron allí y transformaron esta región en provincia del Brasil luego de la derrota de Artigas. Pero la situación se volvió complicada cuando la mayoría de las provincias y sectores de la ciudad de Buenos Aires vieron muy mal esta invasión. Así, se decidió años después declarar la guerra al Imperio de Brasil. Uruguay logró así la independencia del Imperio, pero al mismo tiempo cristalizó una nueva fragmentación del inicial territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

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