Gobierno y buitres en plena negociación –

La marcha de la negociación del gobierno con los buitres tiene sus curiosidades, en el marco de que las dos partes quieren arreglar… y a la vez buscan imponerle a la otra condiciones más favorables. Mientras tanto, los días pasan y se acerca la fecha del 30 de julio, es decir, el fin de la prórroga automática de 30 días desde el vencimiento de deuda con los bonistas “palomas”. Si para esa fecha no hay arreglo o, en su defecto –y como quiere el gobierno–, una cautelar (“stay”) que despeje el carril de pagos a los bonistas que entraron el canje, habrá default.

Primera curiosidad: los “mercados” no parecen creer ni remotamente que se llegue a esos extremos. Durante una semana los bonos y acciones argentinos con cotización en Wall Street, públicos y privados, volaron por las nubes, mientras el riesgo país se desplomaba. Como estamos a dos semanas de la fecha límite y el acuerdo se demora, las cotizaciones pasaron de la euforia a la cautela, pero en ningún caso a la depresión y mucho menos al pánico.

La apuesta firme sigue siendo a que habrá fumata blanca, aunque el “mercado” no es infalible (por ejemplo, daba casi por hecho que la Corte yanqui le iba a dar más tiempo al gobierno, cosa que no ocurrió). Como dijo un analista, “el tema principal y urgente para el mercado es la solución a la disputa con los buitres. Mientras se mantienen las negociaciones, todo es cautela y especulación” (Ámbito Financiero, 16-7-14). Pero dentro de límites claros: para los inversores y la Bolsa, no se trata hoy de cubrirse contra un probable default, sino de fluctuar en el marco de que se esperan avances concretos.

 

Stay o no stay, ésa es la cuestión

 

La estrategia inmediata del gobierno es muy clara: pedir en todos los tonos al juez Griesa que reponga el “stay” antes del 30. De esa manera, el pago de 530 millones de dólares que ya está depositado en la cuenta del Bank of New York Mellon en el BCRA, y que los acreedores no buitres bajo ley extranjera no cobraron, podría hacerse efectivo sin amenaza de embargo. Y entonces, el gobierno ganaría tres meses (hasta el pago siguiente, el 30 de septiembre) para negociar con los buitres un poco más desahogado.

Por su parte, los buitres, a la vez que reafirman su voluntad de aceptar pago en bonos estilo Repsol –a las declaraciones públicas en ese sentido del fondo Elliott ahora se le sumó el fondo Aurelius–, ahora cambiaron su postura sobre el stay. Antes estaban dispuestos incluso a pedirlo ellos para así cocinar el asunto de una vez; ahora pasaron a rechazarlo. Todo es pura táctica: en ese caso, el gobierno se vería forzado a elegir entre acuerdo con los buitres contra reloj (y por lo tanto, en peores condiciones) o default.

Este dilema es el que atravesó el intercambio furibundo de solicitadas entre el gobierno argentino y la American Task Force Argentina, defensor mediático de los buitres. Lo curioso es que ambos acusan al otro de lo mismo: empujar a Argentina al default (algo con lo que Kicillof amenazó en alguna declaración típica para la tribuna). Pero difícilmente la sangre llegue al río: lo que de verdad reclama el gobierno argentino, en el fondo, no es otra cosa que un poco más de tiempo. Así lo deja claro el comunicado de la embajada argentina en EE.UU.: “Argentina ha pedido un stay. ¿Qué tipo de negociación equitativa involucrando miles de millones de dólares puede lograrse en sólo unas semanas?”

Como hemos señalado, el hombre a convencer para que esto tenga éxito es uno solo, el juez Thomas Griesa, que volvió de sus vacaciones en su rancho de Montana. Parte del equipo negociador se esperanza con que Daniel Pollack, el mediador entre buitres y gobierno, pueda hacerle entender que darle más tiempo a Argentina beneficia a los “intereses concurrentes” de ambas partes (reveladora expresión del propio Pollack). Otros son más escépticos, considerando los antecedentes de Griesa en sus fallos sobre la Argentina. Y todavía para más adelante (si se sortea el escollo del 30 de julio) queda ver cómo se resuelve la cuestión de la cláusula RUFO.(1)

En todo caso, en este momento de la negociación no hablamos de soberanía, de limitar el capital especulativo ni de ninguna de las grandes cruzadas épicas que invoca el kirchnerismo en cuanto foro aparece. Hablamos de algo mucho más pedestre, vulgar y tangible: arreglar con los buitres a los apurones y corrido por una fecha o arreglar con los buitres en negociaciones más reposadas. ¿Cuál es la diferencia? Condiciones de pago un poco más o un poco menos gravosas. No son los principios, estúpido; son los dólares de una caja que se seca.

Porque el otro tema de fondo, al menos hasta fin de año, es el cronograma de pagos de deuda, que viene bien pesadito. Sin arreglo con los buitres que gatille préstamos inmediatos, esos pagos va a tener que hacerlos el Banco Central solito con su alma y sus reservas, que podrían caer a 24.000 millones (Ámbito Financiero, 15-7-14).(2) Y todo el equipo económico sabe lo que significa esa cifra: presión sobre el dólar, amenaza de devaluación, eventual disparada de la inflación… en fin, una reedición ahora ampliada (por tener las defensas más bajas) del enero tormentoso de este año.

Marcelo Yunes

 

Notas

1. Un detalle que suele agitar el gobierno argentino como prueba de su valentía patriótica es el hecho de que “nunca nos sentamos a la misma mesa de negociación con los buitres; sólo hablamos a través del intermediario”, es decir, Pollack. Esto es muy cierto, pero las razones de este aparente destrato no tienen nada que ver con el “orgullo nacional” o cuentos similares. Se trata, simplemente, de una fachada legal. Todavía está pendiente la espada de Damocles de la famosa cláusula RUFO, que gatillaría una catarata de demandas si se arreglan con los buitres condiciones mejores a las del canje, lo que sin duda será el caso. El único freno a esas demandas es que Argentina pueda demostrar que el arreglo fue forzado y no voluntario (algo que, adelantamos, va a ser objeto seguramente de otra larga disputa legal). Y parte de la pantomima del acuerdo “no voluntario” es no aparecer negociando cara a cara con los buitres. Ésa y no otra es la razón de que aún no se sientan a la misma mesa.

2. Justamente, mientras se hace tanta bambolla con la reunión de los BRICS (ver nota aparte), el gobierno argentina espera ansioso la llegada del presidente chino, Xi Jinping, que vendría con una valija de un préstamo de 3.000 millones de dólares, maná del cielo para las arcas exhaustas del BCRA. Las temerarias (y poco creídas) declaraciones de Kicillof en el sentido de que “tal vez un default nos convenga más que un mal arreglo” van en sentido contrario a toda la estrategia del gobierno de los últimos dos años: cerrar frentes de conflicto para volver a endeudarse en el mercado internacional.

 

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